


La SETIC tiene dos partes. La primera va desde que se monta la estructura metálica sobre el escenario (los hierros, que llamamos por aquí) hasta que el balteriano de turno termina de recitar el conjuro de la queimada (este año le tocó a Vane y le salió de maravilla) y el público comienza a aplaudir. Durate esa primera fase la tensión va en aumento día a día, hora a hora, minuto a minuto. A partir de ese momento todo el mundo se relaja, se dan las gracias, se piden las cosas por favor y los balterianos se sonríen con los ojos cada vez que se cruzan.
Veinte minutos antes que comenzara
Eternia, los balterianos corríamos sin rumbo por el pueblo con el corazón en la garganta y una permanente sequedad en la boca. Un ejemplo: mi papel era bien sencillo. Tenía que transportar a las meigas en furgoneta hasta la mitad del pueblo y luego, una vez que la procesión hubiera pasado, llevarlas de nuevo al escenario principal. Pues bien, recorí ese trayecto de unos doscientos metros cuatro veces...y las meigas terminaron por subir andando.
Costó un poco arrancar, cierto, pero la obra fue ganando poco a poco; las meigas violinistas enmudecieron al pueblo a golpe de Händel y al final, una vez convocado el público en el escenario principal, todo el mundo se dejó llevar por la danza pausada de los árboles, la música susurrada entre la brisa y el rumor sedante de la cascada.
Todos estuvieron estupendos. Las Xanas de la cascada deslumbraron al público, los diaños revolucionaron a los campesinos, los aldeanos trasmitieron su angustia, el bosque viviente nos hizo llegar la brisa que sacudía sus hojas, la Santa Compaña hizo que todo fuera de lo más solemne, el gran druida nos hipnotizó con la el baile del fuego sobre la queimada y mis meigas aterrorizaron al personal más aún de lo que ya aterrorizan cuando no están actuando.
Cuando el público empezó a aplaudir se desbordaron las emociones. Era el primer montaje de la actual dirección y la primera representación en once meses. Por si llegó a haber alguna duda, Balterius 98 sigue tan vivo como siempre. Unos cuantos han trabajado un montón y muchos hemos echado una manita, pero me alegro sobre todo por Bego, Marcos, Leti y Judit, que han trabajado por el grupo cada día desde que se hicieron cargo de la asociación. ¡Enhorabuena, jefes!
Para celebrarlo, el gran maestre de la oden, Manolo, nos fue bautizando uno por uno en la fuente. Como la anoche estaba serena, todos agradecimos el detalle. Menos mal que ya habíamos calentado el interior con el nutritivo brebaje que el gran druida había preparado. La noche terminó en el cuartel general de Balterius 98, a golpe de cervezas, vino, hamburguesas, risas y emociones compartidas.
Hoy domigno a las 22:30
Esfinge Teatro representa
La dama del alba, para disgusto de nuestra compi Mónica, a la que no le gusta nada esta obra.