Balterius

Balterius

11 de agosto de 2011

La barca sin pescador

Bueno, a ver cómo sale la hoja parroquial de hoy. Los objetivos son no enrollarme mucho y no ponerme muy pastelón (más que nada, porque como bien saben quienes se han asomado un poco a mi negro corazón, no es lo mío).Anoche Balterius'98 representó su versión de La barca sin pescador, de Alejandro Casona. Pasaron un monton de cosas, así que empiezo a contar por donde se debe, es decir, por el final. Medio metro por delante de mí, mientras el público aplaude a rabiar, veo la cabellera rubia de Jessi y la coronilla despejada de Quino que se funden en un abrazo. Han sido los dos técnicos de esta noche, así que parte del éxito es también suyo.

Me sumo a su abrazo. Luego recojo la cámara y me voy volando a felicitar al elenco. Detrás del escenario me cruzo con Sergio, que tiene aún en los ojos ese brillo de tensión residual que queda después de haberse bajado de las tablas; están también Manolo y Yasmín. Entre el público encuentro a Bego, Marcos y Leti, que tiene todavía el pelo compactado en un pegote gris. A Mónica tardo aún un buen rato en felicitarla, ya no es fácil encontrarla sin el teléfono en la mano.

Intento serenarme y buscar cierta perspectiva. Objetivamente, el montaje es muy bueno. Es probable que sea el mejor que Balterius ha hecho en sus trece años de existencia. El debut de Quino como director ha salido de maravilla y me alegro mucho por él; somos amigos hace un montón de años. Nos conocimos en sitios que nada tienen que ver con el teatro (bueno, salvo que también transcurren por la noche) y hace ya tres años que nos reencontramos en éste. Aunque a veces no hablamos demasiado, siempre me tranquiliza levantar la cabeza y ver que anda por allí, como si su sola presencia sirviera para que las cosas salieran mejor. Sé, todos sabemos, que le roba horas al tiempo de donde no las hay para dedicarse al teatro. Por eso y por muchas otras cosas se merece este éxito.Puede que los papeles de Manolo y Yasmín no tengan mucho texto, pero su aparición multiplica la calidad de la obra. En cada paso que dan, en cada movimiento que hacen se nota la seguridad de todo el teatro que tienen a sus espaldas. Manolo borda su hombre de negro con aire mefistofélico; parece, desde luego, recién llegado de algún congreso de partido político o sucursal bancaria (en otras palabras: es un cabronazo encorbatado de primera). Yasmín se mueve a sabiendas de que todos los ojos del público se posan sobre su piel de frívola zorrupia financiera.

El dúo Mónica/Begoña es garantía de buen funcionamiento. La espalda de sus personajes sostiene buena parte carga dramática de la obra. En la voz aguda y melosa de Mónica se adivina la feliz existencia de Frida; en la contención de la voz grave de Bego (cultivada gracias al humo de millones de trujas), intuimos la quemazón interior en la que ha varado Estela y que le impide seguir con su vida.

El punto cómico lo ponen Marcos y Leti. Marcos tiene la rara virtud de hacer que cada personaje en el que se mete parezca haber sido escrito para él; y es que los interpreta siendo él mismo. Su Tío Marco se mete al público en el bolsillo desde la primera aparición. En cuanto a la abuela que ha creado Leti es sencillamente memorable. Tal vez sea el personaje más trabajado de la obra y prueba de ello es que todos vemos en él algo de nuestra propia abuela: uno pasa de las ganas de abrazarla a las de estrangularla en un abrir y cerrar de ojos. En cualquier caso, su sola presencia en escena hace que una oleada de emociones recorra las fibras del público.

La música en directo le da a todo un aire más solemne. Carlos y Sergio (ambos 2.0) empuñaron piano, acordeón y bodhrán como si fueran dos pescadores más de la aldea; David nos prestó una vez más su voz.
Pero el gran protagonista de La barca es Sergio. Su Ricardo Jordán es el hilo conductor de la obra; su evolución, el propio argumento. Me pregunto cuánto habrá tenido que trabajar para hablar y moverse del modo en que lo hace; pero lo que está claro es que ese trabajo ha merecido mucho la pena.

Sergio apareció en Balterius hace un par de años. Nunca había hecho teatro, pero en un par de semanas ya nos estábamos preguntando cómo nos las habíamos podido arreglar sin él hasta aquel momento. Ese verano actuó en la queimada, construyó la escenografía de la misma y hasta diseñó el logo de la SETIC entre otras actividades. Tal vez Isa, su mujer, creyó en algún momento que una secta le había absorbido el cerebro (y, obviamente, tenía razón).

Terminó el verano, pero no había manera de quitarse de encima a aquel tipo. Seguía con ganas de progresar y de aportar al grupo toda su energía. Sin embargo, Balterius navegaba en aguas turbulentas y se vieron frustrados dos proyectos en los que él estaba llamado a ser protagonista. Pero ni siquiera así se desanimó. Y fue en octubre de 2010 cuando empezó a vestirse con la piel de Ricardo Jordán y tuvo al final la merecida oportunidad que había estado esperando.

Pocas cosas puede haber más justas que los aplausos que anoche le dedicaron. En dos años nunca le he visto enfadarse, ni desanimarse, ni perder las energías y la ilusión durante un segundo (ni siquiera escaquearse camino del bar, como hacemos alguna vez los demás). Un día decidió que quería hacer teatro y, como si fuera tarea fácil, se puso a ello; ayer volvió a enfundarse el traje de Ricardo Jordán como quien llevara haciéndolo toda una vida.

En fin, no estoy muy seguro de haber cumplido los objetivos que me había marcado. Pero es que la emoción no viene solo de lo mucho que me ha gustado la obra. Ayer volví a sentir que Balterius es un solo cuerpo con latidos que se acompasan e impulsos nerviosos que nos recorren a todos al mismo tiempo. Y lo sé por que aunque no he participado en el montaje, ni he visto ningún ensayo, ni he ayudado con la excelente escenografía ni con la música, he compartido todos esos nervios como si fueran los míos propios; y cuando nos hemos quedado a oscuras y David ha empezado a leer el texto con el que arranca la obra, cuando los focos han iluminado la presencia rotunda de Sergio en el escenario, me sentía tan tenso como todos ellos; y cuando el público ha roto a aplaudir, me ha embargado la misma excitación orgullosa que sé que ellos estaban experimentando. Hasta el punto que cuando me he acercado a saludar a unos amigos, les he dicho: "¿Qué, a que somos buenos?"; ellos me han mirado con cierto aire cínico y me han respondido: "Sí, claro. Pero tú no has hecho nada." Ya digo que no es fácil de explicar. Y de hecho, mis amigos tenían razón. Pero yo también.

Hoy a las 22:30 Cachivache Teatro nos trae Un corazón lleno de lluvia, con acutación estelar de nuestra Yuri. Obligatorio estar allí.

2 comentarios:

  1. Gabriel!!
    Yo no lo hubiera explicado mejor!!
    Desde luego que es un dia de felicitaciones: a todo Balterius por ser un grupo (sobre todo humano) increible, a todos los que han participado en este montaje por su nivelazo, y especialmente a Quino y Sergio porque es su gran momento (merecidisimo) y porque son puro teatro.
    Besos balterianos!!

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