Poco después de caer el telón estaba yo volando sobre las calles de Villabalter mientras resonaban en mis oídos de quiróptero las últimas notas del acordeón del Trovador. Al mismo tiempo me venían a la cabeza las últimas líneas de las memorias parisinas de Hemingway, París era una fiesta. En ellas, el novelista norteamericano asegura que si has tenido la suerte de vivir en París de joven, esa felicidad despreocupada te acompañara durante el resto de tus días. Como si así pretendiera subrayar esa idea, ese último capítulo se titula París no se acaba nunca.
Y es que hoy Balterius '98, bajo dirección de Carlos Huerta, convirtió el escenario de la calle la Fuente en un genuino barrio de París, con su boca de metro modernista, con su romántico novio abandonado, con sus esquivas musas y con su batalla entre ideal y spleen. Simplificando mucho, podríamos decir que se trata de la explicación romántica del fenómeno neuroquímico conocido como encoñamiento. Claro, que eso sería simplificar mucho. Lo que Carlos ha levantado es una obra hecha y derecha que va mucho más allá de la mera dramatización de los textos de su libro Par(entes)is.
Carlos apareció por la secta balteriana hace un par de años y desde entonces no ha dejado de aportarnos las múltiples facetas de su creatividad. Su espíritu renacentista le permite pasar de la música a la poesía o el teatro sin cambiar de personaje. Es decir, sigue siendo el mismo Carlos, ya sea escribiendo sus poemas, tocando el acordeón, escondiéndose detrás de una nariz de payaso o tomando cervezas en algún oscuro antro del Barrio Húmedo (porque el chaval majo es un rato, pero le gusta empinar el codo a base de bien). Confieso que en las noches eternas del invierno leonés, de cuando en cuando, escucho sus canciones para recuperar el alma festiva de la SETIC (nostalgia vampiril que tiene uno, vaya).
http://www.youtube.com/watch?v=d5YYiJJDdug
El caso es que ayer su Nocturno en París se llevó una sonora ración de aplausos merecidos. El público de Villabalter se dejó arrastrar a la bohemia dulce de la ciudad de la luz de la mano de sus acordes dulces. Su puesta en escena, refinada y plástica, hizo que las más de trescientas personas congregadas se sumaran al ensueño. Incluso, en un momento álgido, se escuchó un aullido que parecía provenir del mismísimo centro del averno.
Con un aire onírico, casi espectral, Nocturno en París nos cuenta el viaje de un parisino detrás de la huella inconstante de su amor perdido. Con la compañía de Baudelaire y del Trovador va explorando los recovecos de su alma que se manifiestan en dos caminos opuestos y a la vez complementarios: el ideal y el spleen. Las referencias a la Rayuela de Cortázar, con la desaparición de la Maga, son inevitables. Todo ello mientras la música del acordeón va meciendo al espectador como si le llevara a un paseo nocturno por el Sena.
Decía Rudyard Kipling que el éxito y el fracaso no eran sino dos impostores a los que había que tratar con la misma indiferencia; y seguramente tuviera bastante de razón, pero me alegro desde el fondo de mi negro tuétano del éxito de ayer de Carlos. Ha peleado cada centímetro de página, cada verso de sus canciones, cada segundo de su montaje; por su entusiasmo contagioso y su fe ciega en esa quimera que es la búsqueda de la belleza, entre otras cosas, se merece que le vaya bien (y a ver si graba su maldito disco, que estoy hasta los colmillos de tener que pincharle en myspace).
En fin, luego estuvo el estupendo trabajo de Marcos, de Yasmín, de Bego, de los dos Sergios, de Alex, Laura, Sara, Darío y de mis musas preferidas, Isa, Coral, Marta y Emma. Como todos ellos siguen actuando en la SETIC, habrá ya ocasión de hablar de ellos.
Así que me fui a dormir con el buen sabor de boca de una noche mágica balteriana. Plegué las alas y me acomodé en mi ataúd de terciopelo. Recordé mis tiempos en París, en los que me dedicaba a chuparle la sangre en los Campos Elíseos a señoritas de buena reputación. La verdad es que durante el siglo XIX me lo pasé pirata (en en siglo XIX se decía así, muchachos).
Aquí una foto de mi habitación.
Solo me queda añadir el chiste del día, por Quino(yo no me hago responsable):
"Mil chinos están jugando al fútbol en una cabina de teléfonos. De repente se oye ¡Gooool! Y el portero protesta:-Claro, si es que me dejáis solo..."
En fin, que tengáis felices y sangrientos sueños. (Lo que no me queda claro es el motivo por el que tengan que ser chinos....)
Hoy, a las 22:30, Balterius '98 interpreta El príncipe feliz, la adaptación del cuento de Oscar Wilde que dirige el preclaro Joaquín Mateos.
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