Balterius

Balterius

12 de agosto de 2013

Tartufo bajo la lluvia de meteoros

Vampirea que te vampirea, ya se nos acaba la SETIC 2013. Madre madre, cómo pasa el tiempo: cuántas sillas colocadas, cuántas subidas y bajadas de truss, cuántas cañas bebidas en los bares del pueblo, cuántos aplausos y sobre todo cuántas emociones.

¿Saben en qué se nota todo eso? Pues en que cuando acabamos de desmontar y recoger cada noche, nos quedamos pululando alrededor del escenario y fingimos que aún no hemos terminado porque no queremos irnos. De lo bien que lo pasamos, casi dan ganas de volver a montar todo de inmediato. Entonces alguien dice aquello de "¿Pero es que no tenéis casa, cabrones?" y los demás le contestan a coro "¡Pues claro que tenemos, hombre!". Y nos vamos a casa. A casa de Gelo, por supuesto.

Bueno, no me den palique que me desvío. Anoche tuvimos el lujo de que nos visitara Trejoviana con su Tartufo o el impostor. Si el año pasado los Trejoviana vinieron con dos piezas de Tennessee Williams, este año nos trajeron al mismísimo Molière. Casi nada.

Podríamos resaltar el adictivo ritmo de la obra, preciso como los movimientos de una pareja de patinadores sobre el hielo, que te atrapa desde el comienzo, o el trabajo de escenografía y vestuario, que hace que no quieras desviar la vista del escenario, o, por supuesto, la brillantez del desempeño actoral, en un coordinado esfuerzo por remar todos a una y que nadie resalte sobre el conjunto; y en fin, muchas cosas más. Pero vamos a resumir diciendo que el Tartufo de Trejoviana es, con aquel Corazón lleno de lluvia de los Cachivache y nuestra Queimada western de 2011, lo mejor que un servidor ha visto sobre el escenario de Villabalter. Palabra de chupasangres.


El público disfrutó de lo lindo, se rio y aplaudió, y seguramente identificó los sucios ardides del Tartufo con los tejemanejes de los poderosos que leemos a diario en los periódicos. El texto de Molière afea la conducta de los hipócritas y los meapilas, si bien se reserva un giro final para tranquilidad del público burgués biempensante. No se engañen, que en la vida real no funciona así: los idiotas triunfan y los perversos (¡almas de dios!) alcanzan sus codiciosas metas mientras los piadosos se hunden en el fango. ¿Quieren que les dé ejemplos? ¿De verdad no se les ocurre ninguno?



Mucho mérito tiene el trabajo de Trejoviana, claro que sí, aunque una pequeña parte del éxito es balteriana. Y es que les hemos prestado a Sergio, nuestro diaño particular, para que les eche una mano. Prometieron devolverlo sano y salvo, aunque a juzgar por su papel de ayer nos lo han ajulandrado bastante. En fin, le queremos igual, y nos encanta ver el trabajo de altísimo nivel que ha hecho con los Trejoviana.


Mírenlo, si es que va hecho un primor el muy pimpollo...

En fin, todos encantados con la actuación.



Depués de recoger, me despedí de mis compinches balterianos y volé y volé bajo las lluvia de estrellas de las perseidas. A ver si me cae encima algún fragmento del cometa 109P/Swift-Tuttle y me fostia, pensé, pero lo cierto es que los meteoros se desintegran al rozar la ionosfera y yo soy más de volar a ras del suelo.

Al llegar a casa, salí a la terraza con un bloody mary y un bocata de morcilla cruda. Pegué un buen trago y un mordisco a juego y caí en la cuenta de que no se escuchaba nada: ni niños hablando, ni el crujir de las pipas, ni el mecánico canto del grillos. Solo el silencio. Pasó una estrella fugaz y pensé en pedir un deseo, pero entonces, casi sin querer, caí en la cuenta de que, por esa noche, ya tenía todo cuanto deseaba.

Hoy a las 22:30, Los abejonejos e Improbalter montarán unos juzgados en la calle la Fuente. ¿Quiere usted juzgar a alguien? ¿Desea que empapelen a algún sujeto en concreto? ¿Le pone que le juzguen? Pásese por allí. Esta noche se improvisa. No les digo más.

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