Cuando arranca la SETIC cae uno en la cuenta de que es un año más viejo. El calendario ha dado un giro completo y los balterianos nos reecontramos de nuevo junto al escenario, como si fuéramos un ejército de zombies morados convocados por algún sortilegio al que no podemos (o no queremos resistirnos).
El caso es que en la SETIC lo extraordinario se vuelve común; o quizá al revés, no sé. Ya durante la tarde me voy encontrando con señales de que algo se está cociendo. Esta siempre me gusta verla.
Otras parecen sacadas de un chiste del periódico.
Y sobre algunas otras...pues la verdad es que no sé muy bien qué pensar.
Sea como fuere, eran casi las once cuando subieron al escenario las autoridades, políticas y balterianas, para dar por comenzada la decimoquinta SETIC. El presidente de las juntas, que me tiene más miedo que a un híbrido entre Freddy Krueger y el Follonero, advirtió al respetable acerca de mi volatil presencia. No le hagan caso, mis fieles lectores, este año vengo con el colmillo relajado, manso como un cachorrillo. Las autoridades fueron breves y la presidenta nos felicitó por el tercer lustro de actividad teatral.
Aquí vemos a la presi diciendo "esta semana nos ha quedado supermonísima, o sea os lo juro", bajo la serena mirada de Begoña, que intenta recordar la fecha de caducidad de unos yogures que tiene en el frigorífico.
La idea de Cuatro Teatro quedó muy clara desde que empezó a sonar La Bohème de Aznavour. Anoche viajamos a aquel tiempo en que los artistas eran pobres y felices, trasegaban ajenjo y visitaban burdeles en los que trabajaban meretrices de buen corazón. Sobre un texto de Jaime Salom, la obra nos cuenta la relación entre las prostitutas y Picasso, siempre con un aire tragicómico. Las chanzas del pintor parecen pinceladas alegres sobre el tétrico fondo del destino de las trabajadoras del burdel.
España es un país repleto de elementos irritantes, pero tiene también dos muy característicos (los encuentra uno desde Cádiz hasta Irún) que a este vampiril servidor suyo le encantan: uno es la tortilla y otro es la mala leche. Si bien en la obra se menciona de pasada el primero (o más bien a las señoritas que las fabrican), el segundo parecer ser marca de la casa de Cuatro Teatro. La inteligencia en los diálogos arrastra siempre una mala baba muy sana a la hora de poner de relieve la hipocresía de la burguesía de entonces (que viene siendo la misma que la de ahora).
El espléndido montaje, sustentado en un gran trabajo actoral, nos permite imaginar las condiciones de vida en la casa de lenocinio (bastante más dignas que las que propugna la última reforma laboral, por cierto) y la miseria moral de la sociedad barcelonesa de principios del siglo XX. Como no podía ser de otra forma, el impetuoso genio de Picasso emigra a París dejando un recuerdo en las señoritas de que aquellos tiempos, a pesar de duros, eran en algún modo felices.
Hoy a las 22:30 Balterius '98 estrena ¡Viva el duque, nuestro dueño! Que nadie se lo pierda.
Desde la Junta Vecinal se recomienda colocar ajos en puertas y ventanas para paliar los efectos del vampiro titiritero noctámbulo.
ResponderEliminarDesde la asociación cultural Balterius 98 recordamos además que el ajo es bueno pa lo de abajo.
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