Balterius

Balterius

8 de agosto de 2012

La brida es bella

Después de mi sesión de sofá y bloody mary de la noche anterior, me sentía como nuevo. No sabía si la sangre que me habían donado sería la de algún ciclista dopado, pero la verdad es que la notaba burbujear en mis venas mientras en la garganta aún permanecía el buen sabor que deja un delicioso bebedizo.

Tener cubiertas mis necesidades de hemoglobina me permitió relajarme, así que a media tarde me dejé caer por Villabalter. Tuve que protegerme con una gabardina, sombrero, gafas de sol y demás para que los rayos de sol no me abrasaran la piel. El problema de ataviarse de tal guisa es que no sueles caerle demasiado bien a la gente. Y mucho menos si vas a un espectáculo lleno de niños.

Es decir, uno se viste así: (aquí, servidor cuando estaba estudiando para el examen del carné de conducir).


Pero la gente se cree que en realidad lo que quieres hacer es lo siguiente: (aquí una dramatización de una cosa muy fea que estuvo de moda en los primeros años del siglo XX; colabora mi osito Timoteo, que como ven calza una buena talla para ser un oso de peluche.)


El caso es que a las siete empezó la sesión teatral triple que teníamos prevista para el miércoles. Los encargados de abrir la jornada fueron los chicos de la sección juvenil de Balterius '98 con su sesión de cuentos infantiles. Bajo la batuta del omnipresente Sergio Martínez (sí, otra vez él) combinaron varias narraciones orales, algunas con variaciones de cuentos clásicos y otras de producción propia. La variedad de historias y personajes mantuvo la atención del muy selectivo público infantil (recuerdo que hace años a punto estuvieron esos micos de echar al río a un clown que no acababa de hacerles gracia).


Aquí tenemos a Álex con su araña Manolita.


Y aquí a Laura contándonos la historia de un duende que prefería leer a tener amigos (no saben cuánto me identifico con el duende en cuestión...)

El plato fuerte de la velada llegó a las 22:30. A esa hora, una tenebrosa compañía atravesó el pasillo entre el público llevando el ataúd del pobre Evaristo Oblanca, vecino del pueblo. No es que nos hubiéramos convertido en enterradores profesionales (aunque a servidor, muchas veces le entran ganas, la verdad), sino que estábamos ofreciendo el espectáculo Si quieres saber, debes recordar.

Se trata de un montaje que articula varias historias terroríficas que acaecieron en Villabalter. Ya saben, allá donde viven seres humanos desde hace siglos, solo hay que escarbar un poco para sacar mierda a carretadas. Y claro, en un pueblo como éste no podía faltar su bruja quemada en la hoguera, su niña tenebrosa y su maldición infernal. Pero vamos, que eso lo tiene cualquiera en su comunidad de vecinos a poco que se fije.

Lo fundamental fue la manera en la que los actores se desenvolvieron. Aparte de la cantera, sobre el escenario estuvo Leti, que no es tan joven pero sí lozana, y Sergio, cómo no, que no es joven ni lozano, pero ha sabido contagiarnos a todos su ilimitado entusiasmo. Lo que más impresiona de Laura, Álex, Sara y Darío es la soltura que tienen sobre el escenario. Parece que llevaran toda la vida actuando. Anoche nos metieron el miedo en el cuerpo con la historia del bueno de Evaristo; y cuando parecía que podríamos dormir tranquilos, la presencia aterradora de Yolanda nos vino a decir justo lo contrario. Fíjense que hasta a un servidor, que acostumbra a moverse por ahí por las noches en compañía de no-muertos y demás, se le erizaron los pelos del cogote.


En fin, que no quiero ser pelota, pero me parece que la irrupción de los balterianos de nueva generación, los balterianos 3.0, es de lo mejor que le ha pasado al grupo en los últimos años. Tienen las ganas y el talento necesarios para seguir haciéndonos disfrutar en el escenario y les espera un gran porvenir teatral salvo que tiren su vida por la borda dedicándose a la política, al tráfico de estupefacientes o estudiando derecho.



Cerró la noche el siempre terrorífico Manuel Ferrero, esta vez acompañado por Alfonso Salas a la guitarra y a menesteres varios. El espectáculo se llamaba Salas de manualidades vivientes, pero en el caso de Ferrero eso es lo de menos, porque el espectáculo es él mismo. Ayer tiró de varios clásicos de su repertorio ("uh uh uh son las doce en punto, noche de terror"), que son los que arrancan carcajadas a borbotones del público.

Y después tocó recoger, aunque lo hicimos con una habilidad pasmosa. Quino siguió con la sinología y el estudio de las diferencias interculturales: Un español le dice a un chino"hola" ;; y el chino le contesta: "las siete y cuarto".

A Carlos Solito, que se había tragado él solo media bolsa de bridas y estaba sembrado, le robé el título del post (se nos ocurrieron varios peores, créanme).

Y con el regusto terrorífico de haber pasado una velada teatral de primera, me fui a dormir boca abajo en un árbol junto al cementerio, a ver si pasaba por allí el espectro de Evaristo Oblanca o de Manuel Ferrero, o si no el de alguna señorita tierna a la que pudiera hincarle el diente

Hoy jueves 9 de agosto a las 22:30 nos visitan los Cirkofrénicos con su espectáculo Impulsos.

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