Balterius

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12 de agosto de 2013

Los de la camiseta morada

Así como que no quiere la cosa, nos hemos merendado la SETIC. Es ya la quinta consecutiva del que suscribe y la primera parece haber ya quedado entre brumas, así que cada vez soy más consciente del valor de los que llevan unas cuantas más a sus espaldas: Manolo, Gelo, Bego, Leti, Marcos, Judit y Quino tienen que sentir que llevan colgando focos y telas y colocando sillas desde antes de que el mundo fuera mundo. Los demás de la camiseta morada nos hemos subido al tren que ellos pilotaban desde los orígenes.

Aquí una rápida retrospectiva de los siete veteranos a modo de homenaje, como esos que se hacen de los actores de cine cuando las palman, pero en este caso sin que haga falta que palmen. Cuando vayan saliendo, aunque estén ustedes solos en casita, me los aplauden y les hacen una ola, que lo tienen bien merecido.


La Bego en Los Pelópidas haciendo de heroína trágica, donde acababa criando malvas como de costumbre.


Faetón de Estraza, sabio de la antigua Grecia interpretado por un añoso Quino.

La presi en modo chungo indignado, modo susvoyadarpalpelo, copón.






El venerable Gelo, soporte de nuestros proyectos y de nuestro truss (venga, hombre, que sabemos que se sujeta solo...).




Manolo hecho un auténtico pincelín: el más chulo del far west.





Y aquí Marcos y la Yuri, conjurando una queimada con cara de gansos.

Gracias a los siete por seguir ahí.

Algunos de los que ven ahí y otros muchos se subieron ayer al escenario, ya fuera voluntaria o forzosamente, para la improvisación judicial. Capitaneados por el incombustible Manolo, montamos un tribunal de orden público en plena plaza y juzgamos a todos los infractores que unos esforzadao servidoros de la ley detuvieron entre el público. Vean, vean.





Aquí la selección balteriana de improvisación. Quisimos apuntarlos a natación sincronizada, pero vimos que no era lo suyo y los mandamos para el escenario.



 Aquí las fuerzas del orden.






El ministro de Justicia interviniendo.





Un conocido vecino sometido al detector de mentiras. Cazavampiros, dijo que era...

En fin, todo el personal que pasó por los juzgados hizo las delicias del público, que se tronchó con los juicios a futbolistas (¿de verdad no había más villanos en este país?) y a algún otro estrafalario personaje. Si ya hace falta valor para subirse a las tablas para representar una obra, hay que tener mucha entereza para hacerlo sin planes concretos e ir capeando el temporal según vaya presentándose.

Una vez terminado el show, los de las camisetas moradas, o sea, nosotros, nos subimos al escenario a saludar.





Bueno, ahora que me fijo no había casi camisetas moradas, debe de ser que hacía un poco de frío. No estábamos todos, pero casi. La primera por la izquierda es Yas, aunque no se la vea. Ahora que me fijo Manolo, Sergio y Darío no sé dónde carajo estaban; no andan tampoco por ahí ni Emma ni Carlos, que aunque están en el norte siempre tienen un trocito del alma aquí, igual que Aída y Jessi, ni Fon que anda cogiendo fuerzas, ni Vane, que estará dulceando, ni Silvia, que lleva viniendo toda la semana y es quien nos hace visibles en las redes sociales. Si tienen unas mínimas nociones de ciencias ocultas o son ustedes seguidores de Cuarto Milenio, sabrán que los vampiros no suelen salir en las fotos.

Recogimos un poco más despacio de lo normal, quizá porque el cansancio pesaba lo suyo, o porque había más cosas que recoger que otros días o tal vez porque lo que nos apetecía era fundirnos en un inmenso abrazo verde escuchando otra vez el acordeón del trovador; en el fondo, el abrazo lo sentíamos todos a la vez aunque no nos lo diéramos (¿o sería por lo que abriga la sudadera?) y el acordeón de Solito lo llevamos grabado en el mismo sitio en que se conservan los recuerdos hermosos.

Al final el escenario quedó vacío, como si por allí no hubiera pasado nadie. Solo unas letras de cartón en una esquina.



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