Balterius

Balterius

12 de agosto de 2010

Viajeros al calor de la lumbre





Lo primero que advirtieron los Mayalde (y digo los Mayalde en el mismo sentido que si dijera los Led Zeppelin, porque lo que hacen estos tipos es rock duro) fue que el pueblo iba a arder. Y si alguien pensó que exageraban, no tardó mucho en comprobar que no iban de farol. Pusieron al pueblo a bailar, convocaron a los muertos al abrigo de la tradición y encendieron la piel y el alma de todo el que pasó por allí; y todos los que allí estábamos sincronizamos nuestros latidos a sus ritmos, con la misma suavidad con la que un viajero de pies cansados se arrima a la lumbre y se restablece junto a ella.

La noche había arrancado ventosa, quién sabe si por influjo de las perseidas, porque era ya la primera del invierno o porque era la última de la SETIC de este verano. El caso es que ya a las diez de la noche al pueblo lo agitaba uno de esos vientos helados que hacen que cada punto de la provincia parezca la cima del Correcillas.

Pero poco les importaba la meteorología a Mayalde y al numeroso público, dispuesto a dejarse llevar por la magia del singular espectáculo al que estaban asistiendo. Y es que a los que llegamos pensando que íbamos a un concierto de música tradicional la idea se nos vino abajo en cinco minutos. Lo que pasó sobre nuestro escenario de Villabalter va más allá de las etiquetas.

Mayalde hace música tradicional, sí, pero también hace blues, narración oral, performance y hasta tecno; Mayalde no intenta colar con calzador la tradición en la modernidad, sino que demuestra que eso que llamamos modernidad no es más que una forma de tradición. Su música está tan enraizada en la vida que resulta difícil diferenciar la una de la otra. Sus sonidos son los latidos milenarios del trabajo cotidiano, la rutina repetida por millones de seres humanos que pulularon por aquí antes de que nosotros fuéramos a caer en este mismo sitio.

Cuando llegó el momento de decir adiós todos éramos ya vecinos del mismo pueblo orgullosos de haber colaborado en la hacendera que Mayalde había propuesto. A nadie parecía importarle la brisa helada que anunciaba el final de la SETIC 2010. Como si de un lingotazo de un licor dulce se tratara, los Mayalde habían metido en la sangre del público el fuego de la lumbre colectiva que habíamos ido haciendo casi sin darnos cuenta en nuestro rincón de Villabalter.

Recogimos las sillas deprisa, tal vez sin querer pensar demasiado que acabábamos de escuchar los últimos aplausos de la SETIC 2010. El viento barria las pipas sobre la calle de la Fuente, que se iba quedando desierta mientras las brasas de la hoguera aún humeaban.

Hoy no hay SETIC.

3 comentarios:

  1. No se puede decir nada que no este ya dicho.
    El mejor de los broches, para la mejor de las SETIC. Aunque el año que viene, sera mejor todavia.
    A descansar balterianos!!!
    Un pulitzer para Gabriel, por Dios

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  2. Me quedo con una de las frases que se dijeron esa noche..."Alimento para el alma", que al fin y al cabo creo que de eso se trata.
    Sin duda alguna un broche perfecto.
    Saludos balterianos!!!
    Gracias por las cronicas Gabriel ;o)

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  3. Una cronica a la altura del espectáculo visto. Poco a poco todo se vuelve normalidad, y sin embargo mis latidos no son normales, vibran al ritmo de la Setic. Con un año como este dan ganas ya de volver a Villabalter para el siguiente.

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