Balterius

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9 de agosto de 2013

Las enseñanzas de mi tío Venancio

Ahora sí que hemos llegado al ecuador, leñe. Cuatro de ocho. Cuatro llevamos, cuatro nos quedan.

Aleteaba yo camino de casa, con el cosquilleo de la risa que el espectáculo de Concedeclown había provocado en mis alillas membranosas, cuando me vino a la cabeza una cosa que me dijo el otro día mi tío Venancio.


A mi tío Venancio no hay que tomarle en serio. La verdad es que no dice más que tonterías. ¿Ustedes le han visto la jeta? ¿De verdad creen que alguien querría llevárselo al catre? Vamos, ni para clavarle una estaca en el corazón.



Lo que en realidad pensé fue que, como a mí no me persiguen las muchachas (y ya les digo yo que a mi tío Venancio tampoco) lo mismo era una buena noche para darme un garbeo por la ciudad a ver si me encontraba algo tierno que mordisquear. Aunque fuera solo por pasar el rato. Como aún llevaba en la retina la visión de Chema Concedeclown haciendo trucos varios sobre el escenario, decidí acercarme a uno de esos sitios en los que aún se puede entrar vestido con elegancia e invitar a bailar a una señorita: a una sala de varietés.

Siempre llevo a mano todo lo impresindible, así que cambié la sudadera verde por la capa y la pajarita, me ensalivé las cejas hasta que quedaron bien planchadas y me dirigí hacia las luces de neón. Latin lover, decían. No podía equivocarme.

Luego les cuento cómo me fue. Porque según entré por la puerta escuché el mismo soniquete discotequero de Tachán tachán 2.0 y mi cabeza volvió a la SETIC. Chema Concedeclown es un auténtico animal de escenario, ya sea improvisando, haciendo el clown o en su papel de mago bufo. Su reluciente cráneo, mitad de campeón de ajedrez polaco, mitad de estibador turco, actúa como faro sobre el escenario hipnotizando al respetable.


El numerosísimo público congregado ayer (creo que pasábamos de las cuatrocientas almas) se lo pasó pipa con los tejemanejes y trampantojos del mago-clown: me estiro un brazó por aquí, me escondó un dedo por allá, me suena el teléfono por acullá.



Algunos esforzados jóvenes colaboraron con el espectáculo y entablaron una sincera amistad con el artista. Aquí Guillermo, una vez superados sus problemas con la coctelera.


Y aquí Héctor, con cara de estar pensando "apurar, cielos, pretendo, ya que me tratáis así, qué delito cometí contra vosotros naciendo, so cabrones." Luego se dieron fuertes abrazos.






Una vez terminados los bailes y el humor blanco de Concedeclown, los balterianos, silenciosos y eficaces como las termitas, recogimos a toda leche y nos fuimos al bar con la convicción de que nos merecíamos un refrigerio por el esfuerzo realizado.

Dos horas después, como les decía, avanzaba yo, orgulloso y rumbero por el medio de la pista. Para que se hagan una idea:

Musiquita con la que avanzaba yo por la pista

Localicé a una joven apetecible (probablemente, pensé, será aún doncella) y acudí presto a seducirla. Yo cuando me pongo, me pongo. Tenía ya mis colmillos a un par de centímetros de su dulce pescuecillo cuando la damisela adivinó mis intenciones. Me soltó un bofetón y me dijo que me fuera a otro sitio a hacer porquerías. Se veía que la tierna hembra no había tenido demasiado contacto carnal con atractivos chupasangres como yo, así que me apiadé de ella y me fui a la calle. Acompañado, eso sí, por un simpático armario ropero que hacía las veces de portero del local y que tuvo la amabilidad de indicarme el camino de salida cogiéndome como si servidor fuera una bayeta sucia.

¿Recuerdan la imagen que les enseñé hace un rato de mi tío Venancio? Bueno, pues se me quedó la misma cara de lelo. Debe de ser que gastamos los mismos genes.

Hoy a las 22:30, en el escenario de la calle la Fuente, Los Mojitos nos traen su especáculo espirituoso-teatral Los ladrones somos gente honrada, con texto de Jardiel Poncela y dirección del omnímodo Manuel García.




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