Cuando arranca la SETIC cae uno en la cuenta de que es un año más viejo. El calendario ha dado un giro completo y los balterianos nos reecontramos de nuevo junto al escenario, como si fuéramos un ejército de zombies morados convocados por algún sortilegio al que no podemos (o no queremos resistirnos).
El caso es que en la SETIC lo extraordinario se vuelve común; o quizá al revés, no sé. Ya durante la tarde me voy encontrando con señales de que algo se está cociendo. Esta siempre me gusta verla.